jueves, 14 de febrero de 2008

asturias

Desde mi pomaradaLUIS ANTONIO ALÍAS
VALLE.
Un cuadro del genial gijonés por portada.
/ L.A.A.Tratando de ordenar, sin tiempo ni espacio, los muchos libros, revistas, papeles y recortes que mis padres me legaron, y benditos sean allá donde estén por cederme tan copiosa y constante fuente de aprendizaje que las mudanzas han convertido en apasionante rompecabezas, ojeo la revista ‘Asturias’, órgano del Centro Asturiano de Buenos Aires, correspondiente a febrero de 1963, fecha de las ‘Bodas de Oro Sociales’. Colaboran Evaristo Valle, Valentín Andrés, Dolores Medio, Álvaro de Albornoz, Fernando Vela, y una pléyade de asturianos del interior y del exterior que determinaban tajantemente, por encima de toda oscura circunstancia, que España nunca había dejado de pensar, y de vivir, y de creer, y de caminar.
No falta Alejandro Casona, cuyo centenario celebramos este 2003 desde la insoportable levedad de todo lo propio. Allá nosotros. Pero permítanme convidarles a la biografía que el autor de ‘La Dama del Alba’, ‘Nuestra Natacha’,
‘Los Árboles Mueren de Pie’, ‘El Caballero de las Espuelas de Oro’, o libro que maravilló mi infancia, ‘Flor de Leyendas’, traza de la manzana, consustancial fruta espiritual y mercantil de Asturias.
Por título
‘Desde mi pomarada’.
«Debo empezar confesando que, a pesar del titulo, en realidad yo no poseo ninguna pomarada; pero sus colores verde y rojo son la heráldica de mi niñez, y la manzana es la fruta tutelar de mi paisaje.
Todo asturiano, en cualquier parte del mundo en que se encuentre, lleva en el alma una pomarada.
A veces, reclinado a esa sombra lejana, me complazco en pensar en la fabulosa historia que le ha correspondido a la manzana, la más ilustre de las frutas.
El primer capítulo de lo que pudiéramos llamar «Vida, leyenda y aventuras de la manzana», comienza con el primer hombre y la primera mujer en el primer jardín de la tierra.
Dios dijo a la mujer:
«Toma de todas las frutas menos de ésa».
La mujer, precisamente porque se lo habían prohibido, prefirió morder aquélla aunque perdiera todas las demás. Así empezó la historia de la manzana. Y de la mujer.Otro día estaban tres diosas reunidas en un monte y le preguntaron a un joven pastor:
«¿Cuál de nosotras es la más hermosa?»
El pastor contestó sin vacilar:
«La más hermosa es la del amor».
Y le entregó una manzana de oro.
Así empezó la Guerra de Troya
.Otro día un odioso tirano, para castigar por rebeldía al hombre más querido del país, hace reunir al pueblo entero en la plaza pública, en cuyo centro se ve a un niño atado a un árbol, con una manzana sobre la cabeza.
«¿No dicen que tú eres el mejor cazador del mundo?
Pues anda, demuéstralo aquí.
A ver si a cien pasos de distancia eres capaz de atravesar esa manzana colocada en la cabeza de tu hijo»
En ]a plaza reina un silencio de muerte.
«¡Dispara padre!
¡Dispara sin miedo!», grita el niño.
Entonces, Guillermo Tell avanza, se coloca a cien pasos. «Denme dos flechas».
Los hombres apartan los ojos temiendo mirar; las mujeres rezan en voz baja.
La flecha salta limpia, atraviesa la manzana y se clava en el árbol temblando. «¡Bravo!», exclama el gobernador.
«Has ganado. Pero, ¿por qué pediste dos flechas?» «La otra era para ti si hubiera matado a mi hijo».
Con esta frase empieza la libertad de todo un pueblo.
Pero no todas las aventuras de la manzana se reducen a heroísmo y mitología.
También la ciencia le ha interesado alguna vez, incluso la matemática fría, como aquella tarde en que una de ellas se dejó caer para que Newton descubriera las leyes de la gravitación universal. Ya sé que el gran mérito en este caso le corresponde a Newton y no a la fruta, pero
reconozcamos que la colaboración no pudo ser más oportuna; y confesemos, de paso, que una idea tan práctica y tan puntual sólo se le podía ocurrir a un manzano inglés.
Hasta tal punto está considerada como la reina de las frutas que los campesinos del mundo entero no vacilan en dar su nombre de ‘poma’ a todos los productos que más estiman, ya sea ‘poma de tierra’ como llaman los franceses a la patata, o ‘poma de amor’ como llaman los ingleses al tomate, para diferenciarse de los italianos que prefieren llamarla ‘poma de oro’.
Por algo los antiguos, cuando quisieron consagrar una diosa para todas las frutas y todos los jardines, le dieron el nombre genérico de manzana:
Pomona
.En la poesía nunca falta como metáfora obligada para los senos y las mejillas.
Y en el ‘Cantar de los Cantares’ está presente su olor enlazado al amor y las viñas: «Tus pechos como racimos de vid, y el olor de tu boca como de manzanas»
También nuestras abuelas, sin conocer el cantar bíblico, ponían manzanas a madurar en los armarios para que sus sábanas conservaran esa fragancia remota, que es como el eco de un perfume.He escrito estos renglones contemplando una manzana y entornando los ojos.
Más que la forma y el color de la fruta lo que me atraía era su perfume; ese perfume que me hacía volver a mi niñez llena de niebla y praderío, de lagares de sidra, de pomaradas de flor blanca y con el fruto fresco pintado de carmín, como la cara de nuestras aldeanas.El sol se va poniendo
. El recuerdo se esfuma.
Y poco a poco, melancólicamente, empiezo a comerme mi manzana»
.Alejandro Casona

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